jueves, 24 de diciembre de 2009

LA ALTA MONTAÑA ABRE LOS BRAZOS A LA NAVIDAD

Los rayos del sol se asomaban tímidamente detrás de las montañas, bajo el cielo despejado y nítidamente azul de la comunidad de San Isidro de Vigas, eran las 9 de la mañana cuando las ocho camionetas de la caravana “Manos Unidas por una sonrisa” ascendían el sinuoso camino para llegar al filo del cerro donde ya se observaban las correrías de los niños entusiasmados por los extraños visitantes, era apenas el primer punto de la larga jornada del miércoles.
La sirena de una de las unidades de Cuerpo de Bomberos terminó por ilusionar a los pequeños que salían de los cuatro puntos cardinales de la comunidad para reunirse en torno a una improvisada placita. ¿Dé que se trata esto? Era la expresión más fácil de entender en los pequeños, algunos corrían hacia los vehículos y otros no se despegaban del regazo de su madres.
De la perplejidad del momento, los niños pasaron a expresiones de felicidad apenas descritas cuando vieron cientos de juguetes en las camionetas, los grupos de apoyo bajaron y colocaron una enorme manta con la leyenda “Manos Unidas por una sonrisa” y pidieron que se hicieran dos filas, una de niños y otra de niñas.
Entre los organizadores reinaba una tensión, en parte por el sentimiento del deber cumplido, pero a la vez sorprendidos por la enorme necesidad de nuestros hermanos que viven en la montaña.
“Manos Unidas por una Sonrisa” es una campaña lanzada por la estación de radio por Internet “Rioverde Digital”, apoyados por el Honorable Cuerpo de Bomberos, con asesoría del Sistema Municipal DIF de Rioverde y que tuvo una respuesta favorable de distintos sectores de la sociedad rioverdense incluso una familia originaria de San Diego y que ha hecho su vida desde hace muchos años en San Antonio, Texas acompañó la caravana, además de gente de Monterrey y de Houston.
San Isidro de Vigas fue el primer punto de la caravana, enclavado en la sierra, fue sitio de reunión de comunidades aún más perdidas en la montaña, núcleos de población que desaparecen de muchos mapas como Mesas de San Isidro, Rancho Nuevo, Milpitas, Cerro del Carmen, de hecho todos los niños llegaron caminando o en burro, horas antes, despertaron muy temprano y en la víspera estaban ansiosos desde que escucharon por la radio el anuncio de esa reunión.
“Les queremos alegrar la navidad, tenemos juguetes para ustedes, ¿Qué le pidieron a Santa Clous?, gritó uno de los voluntarios.
Reunidos como alrededor de una fogata, los niños recrearon un círculo y fueron agasajados por los miembros de la caravana, dulces, refresco, galletas y su juguete, encendieron la llama de la navidad en estos angelitos que muy probablemente iban a pasar estas fiestas sin un regalo.
“No hay dinero, de hecho, poco celebramos la navidad por estos lugares señor”, manifestó Asención Martínez, mientras sostenía a su bebé de meses de nacido y dos de sus hijos eran parte del circulo de amistad.
Hubo tantos detalles, pero ninguno cercano al de Juanito de Mesas de San Isidro, quien llegó a la entrega con unos zapatos que contrario a cubrirle sus pies, lo dejaban a la intemperie, con unas suelas gastadas y despegadas. Alguien gritó “Aquí hay unos tenis” y los ojos de juanito se iluminaron cuando fue elegido para recibir el calzado nuevecito de paquete.
La cruda realidad de los sectores poblacionales más alejados de la mancha urbana es un tema que con sensibilidad es fácil de entender, pero se requieren de esfuerzos continuos y periódicos para llevar a un estado satisfacción a la gente de la montaña, coincidían aquellos que tuvieron la suerte de viajar a esos lugares.
El festival desarrollado en San Isidro de Vigas, quedará en los corazones de los niños y en el agradecimiento sincero de sus padres, fueron dos horas de sorpresas, piñatas y momentos de reflexión, no obstante, la caravana debía seguir su camino hacia otro lugar maravilloso: El Lucerito.
Antes de llegar al lucerito, el conjunto de camionetas vio a su paso varias comunidades, levantando con ello expectativas, lo hicieron por San José de Canoas, Tanque de San Juan, Puente Prieto, Cañada Grande, cruzando por terracería un gran territorio del bello plan de arriba, con sus interminables huertas, enormes arboles, coloridos paisajes que fue apreciado por los asistentes y fotografiado hasta el cansancio, pero apenas era el preámbulo de lo que les esperaba.
Y es que “El Lucerito” no es más que una sola casa al sur de Cañada Grande, ubicada en lo más alto del cerro, para llegar se utilizó un camino de reciente construcción, que es toda cuesta, con voladeros al costado derecho. Un temor se apoderó de los conductores quienes en silencio median la probabilidad de no llegar al destino final y apostaban a la confianza de los motores de las unidades que al final respondieron ascendiendo la ruta.
Mientras cruzaban los cerros se abría un paisaje que llenaba nuestras pupilas ¿Habíamos subido tanto? Lo diminuto de la carretera federal 70, la presencia de los autos apenas susceptible a tanta distancia por el reflejo del sol en los parabrisas y las figuras geométricas creadas por las milpas y las huertas era un panorama que muchos en la caravana no conocían.
Uno de los más entusiasmados por la vista era Manuel Moreno, nacido en la comunidad de San Diego, y ciudadano americano en San Antonio Texas. Manuel nos comentó que de internet poco sabe, pero su hija Ericka y sus sobrinas Karina y Mara comenzaron a platicarle que en Rioverde estaban convocando a una colecta para los niños pobres y que debían participar.
Y así lo hicieron, no sólo cumplieron trayendo regalos desde Estados Unidos, sino acompañando a la caravana porque “es un recuerdo que jamás olvidaremos”, dijo Mara, una chica de Monterrey que más impulsó en línea el movimiento originado en Rioverde.
Al llegar a El Lucerito, algo llamó poderosamente la atención, a tal altura y en el filo del cerro, el aire pegaba a una fuerte velocidad, esa fue la característica de las dos horas que estuvimos ahí, la tolvanera, el aire frío, el sol que quemaba la piel y un cielo despejado, no hicieron mella en el ánimo de los voluntarios y de nueva cuenta reunieron a los niños y niñas y los hicieron felices por un momento, como si el adulto pudiera medir en tiempo la felicidad de un niño cuando recibe un regalo, pues como dejar de mencionar la anécdota más comentada en DIF en estas fechas, cuando hace años un paisano entregó regalos a esa institución en agradecimiento porque cuando era niño recibió un regalo de ellos.
En el Lucerito los voluntarios compartieron su comida con los presentes, por supuesto que tenían apetito y quien no va a tenerlo cuando tienen que caminar dos horas entre la sierra, El Lucerito se encuentra tal vez a una distancia no muy bien calculada en kilómetros, pero sea en burro, a caballo o a pie, se hacen dos horas desde Puerto de la Yerbabuena, Joyas de Ventura, Joyas de San Isidro y Banquitos, lugares a donde pertenecen quienes recibieron un regalo.
En el filo del cerro había mucho que observar, el cerro del campanario, los enormes robles, pero llamó la atención las láminas de unas casas que se apreciaban justamente enfrente, en la otra muralla de cerros. ¿Qué es allá?, preguntó uno de los asistentes y la respuesta lo sorprendió aún más: Joyas de Durazno.
Joyas de Durazno fue el tercer punto de la caravana, se ubica justamente enfrente de El Lucerito a, el camino más fácil a Joyas es bajar por lo menos tres cerros, llegar al arroyo y comenzar de nuevo el ascenso, pero todo esto por veredas, no hay acceso a camionetas.
La única ruta posible para los vehículos fue bajar de nueva cuenta a Cañada Grande y tomar otro camino hacia Joyas de Durazno, el viejo camino a Rosa de Castilla.
La llegada a joyas lo antecede un anuncio del parque estatal “El Potosí”, uno de los centros de conservación del medio ambiente más importantes de la sierra y que día a día cada habitante del lugar contribuye a evitar la tala inmoderada y la plantación de nuevas variedades de árboles.
Al filo de las cuatro de la tarde, en la plaza de esa comunidad, un lugar que no tiene puntos planos y que hace imposible que los niños jueguen a la pelota porque en un descuido esta podría irse a varios kilómetros de distancia, la caravana llegó a su último punto.
Las sonrisas de los niños no pueden etiquetarse porque son las mismas en la ciudad, en las colonias, en las comunidades o en la alta montaña, pero la sonrisa de un niño que nunca ha recibido un regalo tiene una sensación especial, esa sensación la llevarán en sus corazones todos quienes participaron en “Manos Unidas por una Sonrisa”.

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